«Mirada de esperanza»

Un nuevo 14 de agosto brotó en el calendario. Y un nuevo 14 en el que la Madre de Dios, María Santísima de Villadiego, se muestra rodeada de un jardín de flores. Un aroma que solo es tuyo y que lleva tu nombre. Hasta tus plantas llegan tus devotos buscando tu encuentro, tu olor y tu mirada. Una mirada hoy, aún más brillante si cabe, porque rodeada de tus hijos vuelves a venir a tu pueblo. No echarás en falta el camino, ni el gentío, ni la bulla, porque sabes que siempre eres poseedora del corazón y amor de tus hijos. Que siempre van contigo, porque siempre vas con ellos. A ti te entregan su bien más preciado cuando frente a tu mirada te imploran. Un regalo, el de tu mirada, que sana sus heridas e inunda de esperanza sus corazones.

En tu mirada Madre, fijan sus ojos cada vez que acuden a ti. Son centro de paz en mitad de su derrumbe; de aliento cuando flaquean; de fuerza ante lo imposible; de auxilio frente al temor; de certidumbre en la duda; de seguridad en el desamparo; de ilusión en el hastío y de salvación en el peligro; de protección ante el abandono y de felicidad frente a la tristeza. Una mirada cómplice, amiga, y materna. Una mirada de la que quedan prendidos al verte y con la que sueñan mirar de frente cuando todo aquí se haya consumado. Una mirada convertida en hogar, casa y refugio para todos ellos.

Una mirada de la que el sol se esconde cada 14 de agosto porque brilla más que el, pero que ilumina cada primer domingo de octubre para alegrar a su pueblo ante el vacío que deja su partida. Una mirada convertida en luz viva de fe depositada sobre aquellos que se acercan a ti por primera vez y reconfortada cuando antes de tu vuelta a tu ermita, sus flores se convierten en signo de amor maternal. Una mirada que aunque se torne dolorosa al llegar la primera luna llena de la primavera, se vuelve esperanzadora cada 8 de septiembre ante el anuncio de la buena nueva.

A ti, Virgen Santísima de Villadiego, muéstranos siempre esa mirada limpia de todo mal como camino de fe y esperanza, sigue siendo intercesora ante tu Hijo de todos nuestros ruegos y súplicas, así como para ser capaces de mantener siempre vivo el amor a Jesús.

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